sábado, 31 de marzo de 2012

Capítulo 16 de "Gracias a un Piedra"


¿Se han parado a mirar el techo alguna vez?
¡Es muy interesante! Te lo dice alguien que ha estado dos días viéndolo.
Mis compañeros están en clases y yo acá en un hospital sin poder hablar ni moverme, ya que no me dejan.
La última vez que vi a Patrick fue el día que me desperté. Ese día estaba llena de tubos y cables, esos que te ayudan a respirar, te miden el pulso y blah blah. Gracias a dios me los sacaron ese mismo día en la tarde. Como me regenero rápido por ser Lucifer pero eso sí me dan sedantes de vez en cuando para que no sienta tanto dolor. Me dejan despierta seis horas al día.
No recuerdo como me llevaron hasta acá. Perdí todo un día entero de  memoria. Lo único que sé, es que el accidente fue hace tres días atrás y yo solo recuerdo los últimos dos.
La flecha que me atravesó cerca del hombro izquierdo me ha dejado una herida bien complicada.
Veinte puntos, dos costillas rotas del golpe que me habían dado anteriormente, casi me atraviesa el pulmón y no podré moverlo por un buen tiempo. Es decir adiós señora Gibson por algunos meses. Algo bueno después de todo.
Eso es lo que algunos doctores dicen, suerte. ¡Vamos! Esa flecha pudo ser mi fin.
Alguien toca la puerta y a los segundos entra.
—Adiós Caroline— dice acercándose rápidamente hacia mí. Yo me levanto, pese al esfuerzo. Sé que no debería pero así aprovecho de estirar las piernas.
— ¿Qué sucede?
—Me voy.
— ¿Qué? ¿A dónde?
—Tengo que ir como tu guardián a encontrar al que te ha hecho esto.
— ¿Volverás? — Scott me tomó por ambas muñecas y se acercó a mí.
—Déjame algún reto ¿Quieres? Volveré tarde o temprano.
— ¿Promesa? — dije mirando esos amarillentos ojos.
—Promesa— dijo con tono bajo después de un momento. Se acercó y me besó. Me tomó desprevenida. No sabía que esa era su intención. Me quise soltar de un solo tirón, pero por un momento en esos segundos pasaba por mi mente el beso con Patrick que nunca tuve. Tan cálido, tan reconfortante. Sin abrir los ojos corrí mi cabeza hacia su hombro y la apoyé.
¡Vamos! Estoy besando a un tío y pienso en otro.
Abrí mis ojos esperando ver esos castaños cabellos y esos verdes ojos que me volvían loca, pero en vez de eso vi unos amarillentos ojos que me miraban.
Le devolví la mirada, quizá habría sido por nuestro vinculo que supo que no estaba pensando en él en ese momento, sino en otro.
Pude percibir su cambio de humor. Rabia, tristeza, ira.
Me empujó para alejarme pero no midió su fuerza y terminé en la pared del otro lado de la habitación. Mi espalda a chocar contra la pared retumbo y caí, sin nada que me sostenga. No dije nada, no era capaz. Todo me dolía.
Lo último que vi fue Scott inmóvil ante mí y después reacciono y trató de hacer que volviera en mí.
 Tarde, puede ser que haya estado despierta pero mi mente estaba dormida.

Sentí pasos que venían y se iban. Abrí los ojos y me encontré a Patrick entrando rápidamente a la habitación. Se acercó y me rajó la camiseta.
Adiós camiseta.
La sangre me corría por todo el torso dejando toda mi ropa manchada. Patrick puso su mano en mi herida y al correrse unos cabellos que le caían por la frente se la dejó manchada de sangre.
En ese momento se levanto y fue donde Scott dándole un golpe que lo dejó tirado en el suelo, se acercó puso un brazo bajo mis piernas y el otro tras mi espalda.
Todo se volvió borroso.


Vi una luz y empecé a abrir lentamente mis ojos. Sabía que había despertado bajo el efecto de la morfina ya que no sentía mi cuerpo.
Estaba sola, eso me asustaba y me inquietaba a la vez. Necesitaba a alguien que me dijera ¿Qué había pasado? ¿Cuándo tiempo he estado aquí? ¿Podré pararme pronto?

Sentí el crujir de la puerta y cerré instintivamente mis ojos.
—Sigue dormida. — dijo Patrick a alguien que aparentemente estaba afuera.
Quería decirle que se fuera, que me dejara sola. Que no necesitaba su compañía pero sabía que me sentía más protegida a su lado.
— ¿Crees que despierte? — dijo una voz horriblemente familiar.
—Vamos Jess, pasa. Esta sedada, no creo que despierte.
—Y si despierta ¿Qué? Sabes que me odia y a ti también, no sería bueno sacarla de sus casillas en estos momentos.
Estuve a punto de mandarlos afuera en ese instante, pero me contuve.
No sé porque esas palabras me parecieron que confirmaban lo ocurrido.

Sentí un delicado roce en mis mejillas y en mi frente.
—Cuando despierte y se encuentre en mejores condiciones le explicamos todo.
—Sería un milagro que nos escuche siquiera. — dijo Patrick corriendo un mechón de pelo de mi frente


Todo esto era tan enredado. Sabía perfectamente que Patrick me gustaba o me atraía en un grado bien alto. Pero a la misma vez lo odiaba, quería verlo sufrir, verlo sentir lo mismo que me hizo sentir a mi.
Hacerlo saber cuanto me preocupé por él y como respuesta me evade.
Hacerlo saber que me ilusionó con sus jueguitos de chico bueno y atento, y creo que se lo dejé bien claro con las últimas palabras que le dije “Eres una mierda de persona Patrick Kinsley”, pero soy débil y tengo que admitirlo. Todo se humano tiene su lado débil.
El otro día al verlo “morir” me desesperé, me di cuenta de que en verdad me gustaba y lo necesitaba  pero ahora me doy cuenta que siempre ha estado jugando conmigo y eso no se lo permitiré. No seré más la chica débil en la que me convertí cuando ingrese a este lugar, volveré a ser la Caroline que era antes, no permitiré que pase sobre mi como si fuera una mas de todas sus admiradoras. Ah, y ya que va el tema el idiota de Patt tiene un cuartel de admiradoras en el colegio.
Maldito orgullo.
Maldita bipolaridad.

— ¿Cuánto tiempo tendrá que estar acá? — pregunto Jess.
—Esta era la última dosis de sedantes. Mañana le dan de alta.
— ¿Solo una semana de recuperación?
—Una semana y dos días. Recuerda que es lucifer y se regenera rápido. Una persona normal con esas heridas estaría seis meses sin poder hacer ni una actividad física y con reposo pero a Caroline solo le tomará dos.


Por fin llegó el ansiado día. Oliver junto a Kate llegaron para llevarme en auto a la academia. Eso si a Oliver le quitaron el permiso de conducir así que el colegio envió un chofer.
Algo que tengo que agradecer es que no hay ni un rastro de Patrick o Jess. Ya que les hubiera mandado un buen golpe a cada uno si se me hubiesen aparecido.

Me subí en la parte de atrás apoyada en las piernas de Kate y Oliver en el puesto del copiloto. Cada vez que pasábamos por sobre de una abolladura lanzaba un gemido y Oliver le pedía al apurado chofer que teníamos a un herido en el auto y que se calmara.
Después de un doloroso viaje llegamos al instituto.
 Al instituto que me cambio la vida. Al instituto que me gustaría nunca haber conocido.

Oliver me llevó en brazos a mi pieza ya que decía que había sufrido bastante. Me dejaron acostada,  par de amigos como esos difícilmente se encuentran.
Ellos no habían hablado ni con Jess ni con Patrick todo el tiempo que estuve en el hospital. Jess varias veces trató de hablar con sus amigos pero sin éxito y Patrick se ponía indiferente cuando estaba cerca de la pareja.

Al rato me quedé dormida bajo las caricias de Oliver y los relatos de Kate que me contaba todo lo ocurrido en el colegio cuando se dio a conocer nuestra fuga. Decía que muchos se fueron a celebrar a las habitaciones deseando que no seamos encontrados y aprovechando que la mayoría de los profesores estaban fuera del campus y nadie los vigilaba y lo exaltada que se puso la profesora de Ciencias al enterarse que su auto había desaparecido.
Y algo que no podremos pasar por alto era el castigo que nos darían. Todavía no sabía cual pero al ver la cara de Oliver pude sentir que no era nada bueno.

Al día siguiente me desperté pegando un salto al sentir algo frio en mi frente.
—Tranquila. — dijo un chico, que jamás había visto, poniéndome un paño en la frente. — toma esto. — me puso un termómetro en la boca y se dio media vuelta hacia unos remedios que tenia sobre mi escritorio.
— ¿Quién eres? — dije torpemente por la culpa del termómetro. Él se dio vuelta y me miró. Pude ver esos ojos. Iguales a los míos. Era la primera persona que veía, además de mi padre y yo, que tenia ese hermoso tono de ojos.
Sus ojos eran de color violeta.
Creo que jamás dije que mis ojos eran de ese color, pero así es. Yo saqué los ojos de mi padre y una fina cabellera color café que caía sobre mis hombros con elegantes ondas que por supuesto heredé de mi querida y difunta  madre Elisabeth Walkovic, de donde también Salió mi segundo nombre, Caroline Elisabeth Walkovic.
Mi madre nunca supe de que murió, así que sería en vano preguntar.

—Creo que no me he presentado. Soy Nickolas. Y tu Caroline ¿Cierto?
—Así me llaman. ¿Eres nuevo?
—Si. Me acaban de transferir. Estoy de ayudante en la enfermería por obligación de mi padre.
—me quedé pensativa un momento.
—Perdón si te doy molestias.
— ¿Por qué deberías dármelas? — levanté los hombros. Gesto que por cierto, me dolió.

Se escuchó el llamado a la puerta. Se adentró Patrick. Cerró la puerta me miro y se percató que tenia compañía.
— ¿Quién eres? — ¡Esto si que es insoportable! Ni siquiera un, hola  o un ¿Cómo te llamas?
— ¿Te importa demasiado mi identidad? — este chico me cayó bien. Tiene carácter, ese que yo solía tener antes de llegar a este lugar.
—Perdón estoy algo exaltando. Mi nombre es Patrick Kinsley. Un gusto. — dijo tendiendo la mano hacia Nickolas, quien se la miró y se dio vuelta para poner unas gotas de un jarabe en una cuchara y dármela en la boca. Patrick quedó impávido.
—Me llamo Nickolas. Si no tienes nada que hacer será mejor que abandones la habitación. — Woah. Creo que me vio con la cara de odio con que miraba a Patt.
—He venido a hablar con Caroline.
—Habla con ella, nadie te lo impide. — dijo Nickolas desabotonándome los primeros botones de la blusa.
—Yo si. No tengo nada que hablar contigo, así que será mejor que te vayas. — Misteriosamente Patrick se rehusó a seguir ahí y se dio media vuelta y se fue.
— ¿Te cae mal? — me preguntó Nickolas terminando de desabrocharme la blusa y ayudándome a sacármela. Me di cuenta que abajo tenia un tipo de vendaje que cubría mi pecho y parte de mi abdomen. Y arriba estaba el vendaje.
—No se. — Nickolas guardó silencio un momento y empezó a sacarme las vendas.
—Tendré que hacerte curaciones todos los días.
— ¿Esta muy mal?
—No, pero hay que evitar cualquier infección. Una infección en este lugar podría causarte la muerte. —No se porque pero pensar eso me alegró. Ojalá pudiera morir por una infección. ¡Que cosas digo!
— ¿Entonces estás acá por obligación de tu padre?
—Algo así, larga historia. Resumiendo e estado la mayoría de la vida en colegios humanos y no he estudiado nada que me pueda ayudar a mantenerme acá. Así que estoy estudiando medicina. ¿Y tú que estudias?
—Todavía no sé. Se supone que cuando termine de recuperarme tengo que volver al plan normal de clases, y bueno, ahí veré que se me da.